Desde que comencé con la historia
de Pedro Cabrón me di cuenta que yo mismo me encontraba en cada página
del libro de una forma tan clara que llegaba a asustar, transmutado en
Fernán, el amigo fiel, fui recorriendo la vida de mi amigo -pues Pedro ya
lo es-, tanto la real como la imaginada.
Tanto que ahora, con Llamadme Cabrón en su segunda edición y continuando su andadura solitaria, y con la segunda parte de la obra cada vez más avanzada, me he visto casi obligado a volver a navegar como Fernán por otros mares alejados de Pedro. Obligado a concluir su vida y su obra con la libertad que conlleva la inexistencia de su existencia más allá de mi propia imaginación. Y así, pronto, comenzará a ver la luz la historia de mi alter ego del siglo XV.
Tanto que ahora, con Llamadme Cabrón en su segunda edición y continuando su andadura solitaria, y con la segunda parte de la obra cada vez más avanzada, me he visto casi obligado a volver a navegar como Fernán por otros mares alejados de Pedro. Obligado a concluir su vida y su obra con la libertad que conlleva la inexistencia de su existencia más allá de mi propia imaginación. Y así, pronto, comenzará a ver la luz la historia de mi alter ego del siglo XV.
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